Las emociones envuelven cada momento de nuestras vidas, cada acción que realizamos viene precedida por un sentimiento, y a su vez respondemos a dichas acciones con otros sentimientos distintos. Es importante conocer, trabajar y gestionar aquellas emociones que supondrán un obstáculo en la edad adulta, sólo de esta manera el niño conseguirá afrontar su día a día de una forma más funcional.
El objetivo de la educación emocional no es más que la capacitación del niño para aportar a su desarrollo un factor de bienestar personal y social.
¿A qué aprenderá el niño?
A aprender las emociones más básicas: las emociones más básicas que comienza a experimentar un niño a partir de los dos años son la alegría y la tristeza, seguidas por la rabia. Ya desde esa edad son capaces de distinguir las emociones con tan sólo mostrárselas. Un ejercicio con grandes resultados es mostrarle imágenes o fotografías que evidencien alguna de estas emociones: un niño feliz, un hombre triste, un adolescente gritando de rabia, etc, y preguntarle al niño cómo cree que se siente la persona de la foto.
A aprender a empatizar: esto es algo que debe trabajarse en el día a día y aprovechando cualquier situación de la vida cotidiana. Si el niño ha hecho algo mal para con otra persona (un niño del colegio, un familiar, etc) un adulto deberá hacerle preguntas como ¿Sabes por qué ese niño está llorando?
A dominar la rabia: por lo general todos los niños cuando llegan a una cierta edad (a partir del medio año de vida aproximadamente) comienzan a tener respuestas “agresivas” en muchos momentos de su día a día, y es que pueden llegar a experimentar auténticas rabietas en las que llegan a golpear a sus padres e incluso a sus hermanos. Esto, aunque creamos que no es importante por la corta edad del niño, es algo que debe corregirse hablando con él continuamente e intentando razonar, ya que es una de las emociones que más se debe controlar.
Es importante que los niños aprendan a gestionar todas estas emociones antes de la edad escolar, ya que es aquí cuando realmente comienza su inclusión social. Un reciente informe de la Fundación Botín afirma que fomentar la responsabilidad del niño le ayuda a desarrollar la comprensión frente a las cosas, lo que también implica menos violencia escolar.